Se han realizado muchos estudios y existen múltiples teorías al respecto. Una de ellas es la teoría desarrollada en las Cadenas Musculares por Leopold Busquet, o lo que hoy en día llama Cadenas Fisiológicas.
Esta teoría se hace evidente en nuestra práctica diaria en muchas ocasiones. En este artículo hablaremos de las lumbalgias rebeldes, que se repiten en el tiempo o que no desaparecen y no responden a los tratamientos habituales.
Realmente existen múltiples teorías. Tenemos casos de traumatismos directos, ante lo que no podemos hacer nada, salvo tratar sus consecuencias y evitar que vuelva a repetirse. Pero también podríamos hablar de la ergonomía y la higiene postural en el puesto de trabajo. Las malas posturas que al realizar nuestro trabajo o incluso en nuestras tareas diarias, provocan desequilibrios musculares que pueden acabar aumentando la presión sobre los discos intervertebrales y, con su repetición, causar degeneración de las carillas articulares, deshidratación de los discos, protusión (abombamiento) discal, o incluso la hernia de disco.
En todos estos casos el médico suele recomendar reposo, tratamiento rehabilitador, medicación y ciertas pautas de higiene postural para evitar agravar la lesión.
Se supone que hemos seguido las recomendaciones médicas y hemos intentado corregir lo que era la causa. Pero ¿por qué no pensar que existe algún otro factor que incide en nuestro dolor? ¿Podemos conformarnos con la teoría de: “es la genética. Mi padre tenía dolor y por tanto yo también”?
Las Cadenas Fisiológicas de L. Busquet ofrecen una visión nueva que nos hace pensar desde una perspectiva global del individuo y de su patología. Una de sus premisas se basa en la idea que nuestra estática (postura) es el resultado de nuestras presiones internas, lo que significa que somos el resultado de nuestras propias tensiones. Asegura además que el cuerpo está preparado para el movimiento y por tanto, el movimiento no debería ser la causa de la lesión. Sí influiría, en cambio, la mala gestión de ese movimiento. Son las cadenas fisiológicas las que programan y gestionan el movimiento en base a 3 principios básicos: el equilibrio, el confort y el ahorro de energía. El fallo en alguno de estos 3 principios se hace evidente cuando aparece el dolor y las compensaciones.
Estos principios podemos contemplarlos imaginando un hombre sano caminando. Tendrá equilibrio, se encontrará cómodo, y seguramente podría andar mucho tiempo sin cansarse demasiado. Imaginemos ahora un señor con lumbalgia. Para poder caminar con equilibrio y con dolor, acomodará su postura, aparecerán las compensaciones, por ejemplo con una flexión de tronco y una mano en la zona de la espalda, lo que requerirá mucho más esfuerzo para caminar porque solicitará otros músculos. Hará todo lo que su cuerpo considere necesario para andar con el menor dolor posible (aunque pierda estabilidad, confort o le cueste mucho esfuerzo). El cuerpo, siempre sabio, va a protegerse del dolor y las estructuras que puedan lesionarse, creando las compensaciones necesarias.
Para L. Busquet, estamos formados por cadenas fisiológicas, los circuitos anatómicos que administran la estática, la dinámica y las compensaciones del individuo. Las divide en 2 grupos:
Cada una de ellas tiene su función.
En términos generales la cadena visceral está formada por el conjunto de órganos, glándulas y tejidos que se localizan en nuestras cavidades corporales. Las vísceras no están colocadas ahí como quien coloca un objeto dentro de una bolsa. De ser así nunca tendríamos orden. Podemos pensar que nuestro estómago siempre estará a la izquierda, debajo de los pulmones y el corazón, así como nuestro hígado estará a su derecha y el resto de órganos estarán en sus respectivos sitios. Esto se debe gracias a un conjunto de ligamentos que sujetan los órganos entre sí y gracias al tejido del peritoneo, que es como el saco que contiene las vísceras. Pero el peritoneo tampoco está libre en nuestro interior. Está ligado a nuestra estructura ósea (la columna, las costillas y la pelvis) y también a los músculos que la rodean. De manera, que tenemos una “cadena visceral” que se encuentra delante de la columna lumbar y relacionada con ella a través de diferentes tejidos conjuntivos que le otorgan flexibilidad, movilidad y estabilidad, influyendo en su estática (su posición) y su dinámica (su capacidad de movimiento).
Cuando existe un problema visceral, por ejemplo un colon irritable, o una úlcera de estómago o un serio problema de estreñimiento, nuestro cuerpo como hemos explicado antes, va a protegerse del dolor. En este caso, hará que los tejidos que rodean ese problema se aproximen al punto de dolor para aliviar su tensión, de la misma manera que un niño pequeño se encoge sobre su estómago cuando tiene un cólico. Esto implica que nuestra columna vertebral lumbar, puede aumentar su curva (lordosis) hacia adelante para reducir el espacio que hay con el punto de dolor, tirada por los músculos, ligamentos y tejido conjuntivo que se recogen alrededor del problema. Al aumentar la lordosis, nuestros discos vertebrales aumentan su presión posterior.
Cuando este problema se convierte en algo a largo plazo, tenemos una columna vertebral que sufre continuamente presiones, lo que nos lleva a una lumbalgia rebelde que no reacciona a los tratamientos habituales. Aun habiendo resuelto el problema médico, los tejidos, que cuentan con memoria (sistema nerviso), seguirían "protegiendo" la zona hasta que “alguien”, digamos las “manos del terapeuta”, les ayuden a volver a su estado inicial.
Aquí es donde entra la terapia visceral. La liberación de estas tensiones y el alivio del dolor harían que los tejidos recobraran su tono normal y restaurará el equilibrio de la columna lumbar, aliviando así esas lumbalgias rebeldes, que hasta ahora no habían respondido a ningún tratamiento.
GLÒRIA DUQUE HUGUET